Un día gris
Tengo que ir a comprar, a ver Parece que va a llover mejor me llevo el paraguas ; salgo a la calle y miro: miro la calle, solitaria, gris, no parece un día muy emocionante, en realidad... aquí no hay días emocionantes ni soleados, ni felices ni divertidos por lo menos no para mí, yo Charly Anderson
Un día gris
mi ventana está en mi habitación frente a mi escritorio, (en realidad es una puerta) esta tiene vidrio repartido y en los bordes es naranja y verde del otro lado veo mi jardín que es chiquito pero está lleno de cosas lo primero que veo cuando miro es: el árbol que tengo frente a la ventana de mi habitación es un árbol grande y está lleno de hojas verde oscuro el árbol da contra la pared de la vecina que a veces nos pide que cortemos un poco por lo largas que están un poco más lejos un grueso caño de metal que va de una pared a otra en el patio tiene una tela con la que se hacen acrobacias, en el fondo hay un portón de madera turquesa con bordes marrón oscuro con una enredadera de hojas rojizas el portón tiene una campana que cada vez que llega alguien suena con un dulce tintineo y todavía más allá afuera de mi casa veo la casa del vecino de enfrente, más bien la terraza donde lo único que se ve son dos cactus que cuando es el atardecer se ve hermosa “parece una pintura”. Y eso es lo que veo por mi ventana
Era aún la madrugada cuando me levanté, abrí la ventana, el cielo empezaba a formar nubes rosadas con una mezcla de naranjas y rojizos, unos pájaros volaban por el cielo en bandada, escuche en la esquina un colectivo frenar, una corriente de aire entro por la ventana, fui corriendo a buscar un abrigo y volví me quede contemplando y me acordé: ¡Hoy vamos a la casa de mi abuelo! ¡A Córdoba!
Bajé rápido las escaleras, ya todos estaban despiertos.
Mi hermana mayor llenaba platos de comida para nuestros perros Chester y Lucy, dos border collie blanco y negro, mis papas cargaban el auto con las valijas. Desayuné y apenas terminé partimos. Al principio no vimos más que edificios, pero un rato después cuando ya habíamos entrado a la ruta empezamos a ver campos, algunos de un verde oliva con árboles de un verde más oscuro otros un poco más anaranjados. Pasamos campos, lagunas y vimos todo tipo de animales, incluso vimos un zorro cruzando por la ruta (me asusté mucho ¡casi lo pisamos!)
De repente frenamos y de un golpe me desperté. El sol estaba en lo alto, un tren pasaba a toda velocidad, era larguísimo, pero eso no fue lo que me llamo la atención sino una sombra en una esquina de la estación, parecía estar mirándome…
-¿Quieren comer algo? -Pregunto mi mamá
-Yo si – dijo mi hermana
-No gracias, ¿cuántas horas pasaron? -Pregunté
-No más de dos –dijo mi hermana fijándose en su celular.
No podía ser, no íbamos a llegar nunca, faltaban tres horas.
Cuando subieron las barreras dejándonos pasar mire por segunda vez el lugar donde vi a la sombra, no había nada, pasaron las horas y empezamos a ver cerros
-¡Llegamos!- dijo papá

Era una hermosa casa, antigua pero la habían mantenido, estaba pintada de un bordó oscuro con bordes de un color beige, la galería era grande y alta. La puerta era de madera y había una campana de bronce colgando a un costado, pero
ya no se usaba. Usábamos el timbre, ya que la campana hacía demasiado ruido.
-Hay que bajar las cosas- ordenó mamá
-No hay nadie afuera, deben estar comiendo- opinó mi hermana
-Yo toco el timbre- dije
¡Rííííííng! ... Esperamos y abrió la puerta mi primo, que vivía a pocas cuadras de la casa del abuelo. Me saludó con un apretón de manos.
-Hola Austin
-Hola! No sabía que ibas a estar acá!
-El abuelo me dijo que venías — dijo alegre
-Hola Rafa - dijo mi mamá
-Hola tía, hola a todos -saludó Rafa
-Hola- saludaron mi papá y Adele al mismo tiempo
-Voy a avisarle al abuelo -dijo Rafa
-Te acompaño -dije
Entramos a la casa, había cuadros por todos lados, un gran sillón y una mesa larga; Llegamos a la cocina
-Llegaron abuelo- dijo rafa.
-Justo a tiempo, acabo de terminar la comida, querrás decirles que pasen Rafa, ¡oh! hola Austin- dijo mi abuelo mientras me abrazaba.
-Hola- dije devolviéndole el gesto
-¡Vamos a ayudar a tus padres! - dijo el abuelo

Nos ayudó a bajar las cosas, después almorzamos y fuimos con mi primo al parque de la casa. Pasamos todo el día charlando de como iba todo. Me hablo de sus amigos de su escuela. Me propuso a jugar al futbol pero le dije que mejor fuéramos a pasear por el pastizal del monte. Entonces nos fuimos a buscar agua, galletitas (que le agarró mi primo al abuelo sin que se diera cuenta), mi cámara de fotos, un cuaderno y un lápiz, ya estábamos listos.

Pasamos primero por varios lugares. Estábamos caminando cuando escuchamos un ruido ¡chask! ¡chask! Miramos para todos lados... no lo escuchamos de vuelta pero seguimos caminando hasta encontrar una madriguera. No sabíamos si era de zorro o de liebre porque no era ni muy chiquito ni muy grande. A mi primo se le ocurrió poner migas de galletas y lo hicimos, esperamos... esperamos... yo estaba a punto de decirle que nos fuéramos cuando un animal como un conejo pero sin orejas, como un ratón pero quince veces su tamaño apareció. Tome con cuidado la cámara pero mi primo no me dejo, me dijo que no con la cabeza. Yo obedecí. Él era el que sabía de campo. Cuando ese animal se escondió de vuelta nos fuimos.
-Era un carpincho*- me explico
-¿Por qué no me dejaste sacarle una foto?- pregunté
-Se asustaría- respondió sin mirarme -Espérame aquí- dijo de pronto
-Esta bien.

Se fue y empecé a observar mi alrededor, el pasto era largo, había árboles, pero lo más bello fue ver esos cerros a lo lejos. Me quede un rato contemplando el paisaje hasta que escuche un ruido, pero no era como el anterior, era más como una voz, entonces me acerqué cautelosamente y escuché mejor
-¡No!- se escuchaba
-Pero yo confío en él- decía otra voz ¡era la voz de mi primo, de Rafa!
Salí de mi escondite y vi a mi primo con una especie de duende. Me asusté tanto que salí corriendo. Mi primo me persiguió diciendo
-¡No te asustes!¡Déjame explicarte!¡Vení no seas tonto!-
Al fin paré de correr y mi primo me agarró del hombro diciéndome
-Tranquilo
-¡Cómo que tranquilo! Acabo de verte con un elfo o lo que sea eso,
-Era un Scramell, criaturas semejantes a los gnomos de raíz, pero más encorvados y flacos que viven bajo tierra –me explicó -Me tuve que disculpar con él porque molestamos a su mascota. E l carpincho que vimos recién ¿te acordás?, era su mascota - dijo con tranquilidad, como si fuera lo más normal del mundo.
Asentí todavía preocupado
-Bueno volvamos a casa, pero no digas nada de lo que paso hoy ¿okey?- dijo con severidad
-Vas a tener que explicarme todo esto de los elfos...-
-No son elfos, y si, te lo voy a explicar todo.

Volvimos a la casa a la casa y me despedí de Rafa que se fue a su casa.
Había sido todo muy raro, dije que no tenía hambre y me fui directo a la cama. Mire mi celular por si me había llegado algún mensaje, efectivamente Rafa me había escrito: “mañana te voy a presentar a una amiga que también sabe de esto”.
Apague el celular y caí dormido, estaba agotado, mañana sería otro día o eso esperaba.

Camilo
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Ilustración del capítulo "La distancia de la luna", Las cosmicómicas, de Ítalo Calvino
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